Recuerdo que la primera vez que fue a su casa, tuve que hacer un gran esfuerzo físico y emocional para llegar hasta allí. Fueron casi 5 horas de viaje por un camino no asfaltado y lleno de grandes piedras, pero valió la pena: llegar allí y conocer a Blanca y sus padres fue una gran recompensa, ¡claro que sí!
Tres años después, me encontraba de nuevo subiendo las montañas guatemaltecas para llegar hasta la comunidad donde vive Blanca, sus padres y sus numerosos hermanos; pero en esta oportunidad, además de reencontrarme con la niña, tenía un objetivo muy claro: iba a comprobar el impacto de la ayuda de los padrinos españoles, que como yo, todos los meses colaboramos para mejorar la vida de un niño y de su comunidad.
Después del duro viaje en Coche y unos cuantos metros caminando, llegamos hasta el colegio de la comunidad. En la puerta estaba blanca esperándome y el resto de niños se preparaban para recibir el refrigerio matutino.
Volver a ver a Blanca fue emocionante, pero lo fue aún más ver qué todos los niños de la comunidad estaban en la escuela estudiando, ver la nueva cocina en la que las madres se turnan para cocinar un nutritivo refrigerio (así se aseguran que al menos una vez al día los niños van a comer bien) y confirmar que las aulas tenían el material necesario para todas las clases.
Aquí estoy con Blanca y sus compañeras de colegio
El cambio que vi en esta comunidad era radical. Si la primera vez sólo veía pobreza y resignación, ahora veía decenas de niños estudiando y padres que me hablaban de sus deseos de seguir mejorando y de que sus niños estudiaran… Pero estos detalles os los contaré en las siguientes entregas.
Con Blanca y su mamá
Si queréis saber más sobre cómo puedes apadrinar y ayudar a las comunidades más pobres entra en la web: http://www.apadrinamiento.es/