lunes, 17 de septiembre de 2007

Rumbo a la casa de Blanca, mi niña apadrinada

Después de casi ocho días de viaje, finalmente iba camino a la casa de Blanca, la niña que apadrino hace tres años con World Vision y que ahora tiene 11 años.

Recuerdo que la primera vez que fue a su casa, tuve que hacer un gran esfuerzo físico y emocional para llegar hasta allí. Fueron casi 5 horas de viaje por un camino no asfaltado y lleno de grandes piedras, pero valió la pena: llegar allí y conocer a Blanca y sus padres fue una gran recompensa, ¡claro que sí!

Tres años después, me encontraba de nuevo subiendo las montañas guatemaltecas para llegar hasta la comunidad donde vive Blanca, sus padres y sus numerosos hermanos; pero en esta oportunidad, además de reencontrarme con la niña, tenía un objetivo muy claro: iba a comprobar el impacto de la ayuda de los padrinos españoles, que como yo, todos los meses colaboramos para mejorar la vida de un niño y de su comunidad.

Después del duro viaje en Coche y unos cuantos metros caminando, llegamos hasta el colegio de la comunidad. En la puerta estaba blanca esperándome y el resto de niños se preparaban para recibir el refrigerio matutino.

Volver a ver a Blanca fue emocionante, pero lo fue aún más ver qué todos los niños de la comunidad estaban en la escuela estudiando, ver la nueva cocina en la que las madres se turnan para cocinar un nutritivo refrigerio (así se aseguran que al menos una vez al día los niños van a comer bien) y confirmar que las aulas tenían el material necesario para todas las clases.



Aquí estoy con Blanca y sus compañeras de colegio


El cambio que vi en esta comunidad era radical. Si la primera vez sólo veía pobreza y resignación, ahora veía decenas de niños estudiando y padres que me hablaban de sus deseos de seguir mejorando y de que sus niños estudiaran… Pero estos detalles os los contaré en las siguientes entregas.


Con Blanca y su mamá

Si queréis saber más sobre cómo puedes apadrinar y ayudar a las comunidades más pobres entra en la web: http://www.apadrinamiento.es/

jueves, 6 de septiembre de 2007

Comienza la travesía por Guatemala (séptima entrega del viaje)

Después de pasar 5 días en el noreste de Bolivia, finalmente llegué a Guatemala. El cambió era radical: del paisaje seco y árido de las zonas rurales de Santa Cruz (Bolivia), al ambiente tropical y alegre de Guatemala.

Este era mi segundo viaje a este país de Centroamérica y mi estancia allí tenía dos claros objetivos: volver a ver a Blanca, la niña que apadrine hace tres años, y comprobar los avances de los proyectos de desarrollo de World Vision, la ONG con la que viajo y a la que apoyo hace unos años.

En cuanto llegamos a Ciudad de Guatemala nos trasladamos hasta San Juan de Sacatépequez, un poblado pequeño en el que más del 60% de la población pertenece al grupo indígena Kaqchiquel, quienes conservan sus costumbres trajes típicos y su lengua.

Guatemala y Bolivia son los dos países con mayor población indígena de Latinoamérica, y aunque son la gran mayoría, históricamente han sido una población discriminada y muy pobre. En Bolivia pude ver cómo vivían los guaraníes (ver entradas anteriores) y ahora podía ver la situación de pobreza en la que vive la mayor parte de los Kaqchiquel.

Basta dar una vuelta por la plaza, que también sirve de mercado de frutas y flores, para ver que su calidad de vida es cientos de veces menor que la que puede tener cualquier familia en un país desarrollado.




Con las niñas del colegio

Después de recorrer la parte más “urbana” de San Juan de Sacatépequez, me llevaron a la zona rural para que pudiera ver el trabajo que World Vision, gracias al apoyo de los padrinos de varios países, realiza con las familias indígenas.

Allí pude visitar las aulas construidas por la ONG, conversar con la directora quien me contó que, gracias a los programas de información y sensibilización que se habían realizado con los padres, ahora era mayor el número de niñas en las clases que de niños… Un gran logro porque culturalmente, muchos grupos indígenas guatemalteco creen que las mujeres deben permanecer en las casas y la mayoría de los padres no suele ver la importancia de enviar las niñas.

Esa tarde también tuve la oportunidad de ver proyectos agrícolas y de siembra de flores, que sirven para que las familias puedan incrementar sus ingresos y tener cubiertas sus necesidades básicas.

El trabajo de World Vision con esta comunidad Kaqchiquel era una pasada…Aunque muchos a penas hablan castellano, sus hijos tenían becas escolares, las mujeres habían unido para vender a mejor precios sus telares...las cocinaban con estufas que impedían que el humo afectara los pulmones de los niños… Aunque todavía tenían necesidades, podías ver cómo sus condiciones habían mejorado y especialmente lo motivados que estaban de seguir trabajando para progresar.


Con una de las mujeres que venden sus tejidos a través de la cooperativa